viernes, 27 de julio de 2012

Las jóvenes madres centroamericanas

Foto original de Vicente Baos
El primer hijo a los 17 o 18 años, a los 23, tres hijos... Era llamativa la joven maternidad de las mujeres centroamericanas que atendimos: pobres y mayoritariamente rurales. Las condiciones para la maternidad son bastantes precarias. En Honduras, la mayoría de los partos son realizados por parteras sin formación que a la mínima dificultad son derivadas al Hospital al que llegarán como puedan, madre e hijo. En los Hospitales, los partos son fisiológicos o cesáreas. El uso de anticonceptivos inyectados en masivo. En Nicaragua, la situación era muy similar, con un mayor uso de los establecimientos hospitalarios. La mujeres con algún factor de riesgo se desplazaban a vivir cerca del Hospital cuando llegaban las últimas semanas... las que tenía dinero para ello, por supuesto.
En los hospitales, la promoción de la lactancia materna era masiva en multitud de carteles artesanales hechos por la propias enfermeras.
Vida y muerte, nacimiento, enfermedad, supervivencia eran situaciones en muchos casos límites; como ejemplo, una situación vivida por nosotros en Ometepe: Un lactante de 2 meses estaba convulsionando en el Hospital. Había nacido con dificultades y presentaba una clara patología anóxica cerebral. Una vez estabilizado, era necesario que se desplazase al Hospital de Rivas para su seguimiento. La madre llorosa dijo que no tenía dinero. La directora del Hospital le ofreció pagarle el billete del ferry. Ella insistía en que no tenía dinero. Eso significaba mantenerse durante días en otra localidad, dinero para comer, dado que los familiares dormían muchas veces en el pasillo del Hospital o compartiendo cama con el enfermo. La mujer llamó a su marido y éste le dijo que se fuera para casa. No supimos nada más.

jovenes madres


Demasiado jóvenes para ser madres

“Tenía un novio guapo y con dinero, y me divertía mucho saliendo con él. Pero un mes no me vino la regla y supe que algo andaba mal. Pensé: ‘¡No puede ser! Ahora, ¿cómo se lo digo a mi madre?’. Solo tenía 16 años y no sabía qué hacer.”—Nicole.

JOVENES EN LAS DROGAS

         Poder contar con un entorno seguro, sentirse apoyado y querido, ayuda a afrontar los cambios que comporta el paso de la infancia a la adolescencia. Para ello hay que establecer una buena comunicación con nuestros hijos, ya desde antes de la adolescencia.
          Tenemos que entender lo que les pasa y ponernos en su lugar, descubrir qué es lo que piensan y qué sienten, establecer unas normas que les ayuden a conseguir un orden interno pero, al mismo tiempo, saber ser flexibles y sacar partido de la negociación como herramienta de aprendizaje y de construcción de valores.

          En la infancia prevenir es sinónimo de proteger, evitar que nuestros hijos sufran ningún riesgo.

          En la adolescencia, proteger quiere decir proporcionar recursos -conocimientos, habilidades personales, testimonios y valores- para que puedan decidir.

Prevenir es ayudar a decidir

          Los padres y las madres establecemos con nuestros hijos un vínculo afectivo. Les demostramos que les queremos, que nos importan, que pueden contar con nosotros. En la adolescencia la relación se transforma: perdemos la seguridad, nos parece que nuestros métodos educativos ya no sirven. A menudo conviene seguir un proceso de aprendizaje y adaptar nuestras ideas a la nueva situación.

Razonar nuestras decisiones

          Educar es ayudar a comprender los cambios, descubrir emociones y sentimientos sin dejar que nos desborden. Las explicaciones de las normas, la negociación y el pacto nos ayudarán a establecer un clima de confianza.

Las drogas están más cerca de los adolescentes de lo que piensas

          En el inicio de la adolescencia, las drogas pueden aparecer de manera habitual en las conversaciones de chicos y chicas, a pesar de que el consumo acostumbra a ser muy minoritario. A menudo se trata de una manera de demostrar que se ha dejado atrás la infancia.

          El alcohol, el tabaco y el cannabis son las drogas más cercanas y las que más fácilmente llegan a los adolescentes.

          En nuestra época las drogas han conseguido un grado de difusión mayor que en cualquier otro momento de la historia, como un elemento transgresor, para desinhíbirse, protestar o identificarse con el grupo. La generalización del consumo puede inducir a los adolescentes a pensar que tomar drogas es una cosa normal y que no comporta ningún peligro. Y no es así.